Rachel Lindenman Lobato:
La chica que acompañaba a Alex vestía de una manera poco común. Llevaba un ajustado, demasiado ajustado, micro short de imitación de cuero negro, un top del mismo material, que daba frio únicamente de observarlo, y botas negras de tacón, un tacón muy delgado, con cierre. Su cabello largo y lacio, con algunas puntas alzadas, le llegaba debajo de las costillas y era de un castaño claro con destellos casi rubios. Su piel era más blanca que la mía, pero no tan pálida como la de los Thompson, y parecía hecha de fina porcelana. Era bonita, muy bonita, pero no llegaba al alcance de los vampiros que conocía. Sabía que era una vampira y supuse que si en su vida humana había sido muy fea la transformación la habría dejado bella en términos humanos.
Noté otra cosa que definitivamente era muy humano. Al reírse de algo que contaba Alex, dejó entrever sus dientes que, a pesar de ser blancos y de aspecto filoso, no se acercaban para nada a la perfección.
Reconsideré las probabilidades. Ella no era vampira, era una loba, una metamorfa. O tal vez incluso era humana, una humana bastante guapa. Pero eso me importaba un pepino en ese momento.
¿Por qué Alex la tomaba de la cintura mientras se dirigían al edificio de dirección?
Algo extraño se removió en mi estómago, pasó por los pulmones, subió por mi garganta y se atoró allí.
Jack me tomó de la mano y de inmediato notó lo tensa que estaba.
-¿Qué ocurre?- preguntó con voz calmada.
Al abrir la boca para responder, lo que tenía atorado se precipitó a salir. Era un sonido extraño, molesto y triste a la vez.
-¿Eso fue un gruñido?- inquirió Jack bastante sorprendido.
Me quedé pensando unos segundos.
-Eso creo- respondí al fin, no muy segura-. Ni siquiera me vio- me quejé y comencé a andar hacia mi edificio.
En lengua no supe que ocurrió y mi mente siguió perdida durante todas las demás clases hasta el almuerzo.
Al entrar en la cafetería localicé de inmediato a Alex, que se sentaba junto con su amiga en una mesa apartada.
Después busqué a Jack con la mirada que conversaba en voz muy baja con Jason, mientras él a su vez observaba con gran atención a Yaneth.
-Simplemente no lo soporto- susurró ella mientras le lanzaba una mirada envenenada-. Es tan… presuntuoso.
-¿Quieres que hable con él?- pregunté.
-¡No! ¡Oh, no! Ni siquiera lo pienses- gritó sobresaltada, lo que, según alcancé a ver, inquietó a Jason.
-Era sólo una sugerencia- la tranquilicé.
-Esta mañana, en el estacionamiento, me alcanzó sólo para decirme que debería regresar al nivel de química que me corresponde.
-Tal vez sólo piensa que sería mejor para ti…
-¿¡Qué!?- me interrumpió-. Luna, sabes que me he esforzado mucho y él no tiene por qué decirme lo que debo o no hacer.
Estaba echando chispas pero en ese momento sonó el timbre y, molesta, se fue a la clase con su voluble compañero.
Me giré a tiempo de ver salir a Alex, junto con su amiguita, de la cafetería. Al volverme para ir a mi clase de química con los demás me topé con Jack y di un pequeño brinco del susto.
-¡Jack!- lo regañé en voz baja-. ¡No hagas eso!
-Tenemos que hablar- dijo en tono serio-, ¿te importaría faltar a tus últimas dos clases?
-Nos atraparán.
-No lo creo.
La cafetería se había quedado vacía. Sin decir nada, tomó nuestras mochilas con un brazo, me sujetó con fuerza con el otro y en un abrir y cerrar de ojos estábamos junto a su auto.
En el estacionamiento ya estaban sus hermanos recargados contra el mini cuper de Jason. Al menos Yaneth no tendría que soportarlo ese día.
-¿Qué ocurre?- pregunté.
-La Duquesa sigue en la ciudad- comenzó Jack-. Y al parecer sus tropas han aumentado considerablemente…
-Son cinco veces más que en su última visita- intervino Alex, que se acercaba tomado de la mano de la chica misteriosa… y entonces entendí quién era, y me sentí como una tonta al no pensarlo antes. Esa era la tal Rachel Lindenman Lobato, la chica vampiro-lobo.
Alex ni siquiera me miró.
-Han venido a la ciudad los vampiros y lobos que citamos el mes pasado- prosiguió Jack, como si nadie hubiese hablado-. Nos reuniremos con ellos en mi casa.
-¡Cuánto lamento no ver a tu amiga hoy, Luna!- dijo Jason, mirando teatralmente al cielo-. Espero le mandes mis saludos.
Refrené las ganas de sacarle la lengua.
-¿Algún día me explicarás qué problema tienes con ella?- pregunté-. No me gusta la manera en que la tratas.
-¿Algún día ella dejará de ser tan entrometida?
-¿Perdón?
-Tu amiga no ha dejado de hacer preguntas sobre quién soy. ¡Es tan molesto!
-Si tú la dejas en paz, ella dejará de hacer preguntas- repliqué.
-¿Dejarla en paz?- preguntó desconcertado.
-¿Crees que no le molesta que le digas que se aleje? Ella se esforzó mucho para estar en esa clase. Estudiaba hasta en el almuerzo, y no hablaba de otra cosa.
-Nunca lo había pensado… -susurró-. Supongo que debe ser muy importante para ella.
-Supones bien- dije y después subí al Beetle de Jack, que sostenía la puerta y, tras cerrarla con suma delicadeza, se apresuró a entrar por el lado del conductor y arrancar a toda velocidad.
Nos siguieron el mini cuper de Jason y la moto de Alex. Jack se limitó a tomar mi mano y dibujar figuras con su pulgar una y otra vez.
-Sigues bastante caliente- comentó, y fue toda la conversación que hubo hasta que nos detuvimos frente a su casa.
Pasamos por su jardín directo al comedor. Las paredes estaban tapizadas con motivos florales, el suelo de fina madera estaba encerado, al igual que el techo de grandes y continuas vigas de madera clara. Una mesa de caoba oscura ocupaba gran parte de la habitación, y ésta estaba iluminada por un lujoso candelabro de cristal, que segura habría sido comprado una subasta de antigüedades. En la mesa se sentaban Josefine y Thomas, que saludaron con gran entusiasmo.
Nos acabábamos de sentar cuando a lo lejos se oyó llegar un auto y todos nos levantamos para dirigirnos a la entrada para recibir a los invitados.