Mi chico Vampíro - Confesión (cap.7)


                       

                         Confesión:

 

-¡Alex!- grité asustada.

Empecé a caminar pero caí de nuevo. Vanessa empezó a gemir pidiendo que me tranquilizara.

-¡No puedo dejar que se vaya así!

Tomé mi celular y llamé a William. Respondió la tercera vez que sonó.

-Hola, Luna.

-Will, necesito que busques a Alex. Se enojó muy feo conmigo, aunque no entendí por qué. Creo que cambió de fase pero estaba muy, muy enojado.

-¿Dónde estás?

-En el bosque frente a mi casa, pero también necesito ayuda con Vanessa, está herida, la mordió la loba blanca y no sé qué hacer.

-Estoy con Robert y Jack, los mandaré a ayudarte. Tranquilízate.

Toqué mis mejillas, estaban húmedas.

-No sé si sea buena idea que vaya Jack. Alex se molestó mientras hablaba de él.

-No te preocupes, Jack y Alex son amigos desde que los Thompson se mudaron a aquí. Además Jack se sabe cuidar solo.

-Gracias.

Colgó. Me sequé las lágrimas rápidamente. ¿Por qué siempre terminaba llorando?

Me acerqué a Vanessa y acaricié su lomo.

­­-Vuelve a recostarte, Vane. Robert y Jack vienen en camino y William va a buscar a Alex. 

No dudaba que con su fino oído hubiera escuchado la conversación, simplemente lo decía para tranquilizarme a mí misma.

Vanessa se volvió a recostar y yo me senté a su lado. Recargó su cabeza de caballo en mis piernas y volvió a gemir a causa del dolor en su pata.

Minutos después, Jack y Robert llegaron desde el este, posiblemente rastreando mi olor. Robert era un chico musculoso de piel morena con pelo corto y negro. Sus ojos eran café oscuro y, según sabía, era de la misma edad que Will. En cuanto vio a Vanessa corrió hacia ella. Tomó la bufanda mojada y la presionó contra su herida.

-¿Por qué te hizo esto?

Vanessa comenzó a hacer de nuevo sonidos y Robert escuchó atentamente. Me acerqué a Jack, intrigada al notar que miraba la nada.

-¿Qué tienes?

-Sólo me pregunto por qué no me llamaste a mí en vez de a Alex.

-Pensé que él podría saber más sobre metamorfos.

-¿Por qué no llamaste a Will?

-¿Por qué te molesta que haya llamado a Alex?

Se quedó en silencio, varios minutos, mientras Robert hablaba con su hermana.

-¿No lo has notado, Luna?

-¿Qué cosa?

-La manera en que te mira Alex.

-No, ¿de qué manera?

Hizo otra pausa.

-¿Recuerdas lo que te dije el día que te conté el secreto, cuando me preguntaste por qué te lo decía a ti?

-Sí.

-Creo que… Alex está… enamorado de ti.

-¿Qué?

-Es posible.

-Así que… estás celoso- definitivamente no era una pregunta.

-Pues…

-Jack, no seas tonto. Sabes que eres lo más importante para mí.

-Lo sé, es sólo que…

No terminó la frase.

Lo abracé con fuerza y él me abrazó delicadamente, por miedo a lastimarme.

-Te quiero, Jack.

-Luna, te amo.

Me quedé en silencio. ¡Lo dijo! ¡Lo dijo! Grité para mis adentros.

-También te amo, Jack- dije al fin.

Se separó un poco de mí y buscó mi mirada con la suya. Cuando se encontraron, se agachó un poco y besó mi frente, se agachó un poco más y besó mi nariz. Era igual al lunes pasado, cuando le hablé sobre mis padres. Se acercó lentamente a mis labios, cerré mis ojos y abrí la boca ligeramente. Sentí su frío aliento acercándose y, justo en ese preciso momento, sonó mi celular. Abrí los ojos de golpe y saqué a regañadientes mi inoportuno teléfono del bolsillo de mi pantalón. Era Will.

-¿Bueno?

-Luna, no encuentro a Alex. Cambié de fase y le di la vuelta a todo el bosque, sin señal alguna.

-Rayos…

Jack me quitó el celular antes de que pudiera decir otra palabra.

-Will, soy Jack, ¿estás seguro de que no está aquí?

No pude escuchar lo que le respondió.

-Bien, llevaré a Luna de vuelta a casa y Robert llevará a Vanessa con Julia.

Will dijo algo más.

-De acuerdo, adiós.

Jack colgó y me devolvió el celular.

-Yo quiero ir con Vanessa, Jack.

-Vamos a tardar y Sam se va a preocupar.

-Hablaré con él.

Busqué rápidamente a Sam en mis contactos y lo llamé.

-¿Luna?

-Hola, tío, me encontré a Vanessa y a Robert aquí en el bosque y me invitaron a su casa, ¿puedo ir?

-Sí, claro, ¿a qué hora regresas?

-Antes de la cena, pero si me entretengo te marco.

-De acuerdo, mándales saludos.

-Claro, adiós.

-Adiós.

Colgué.

-Sam manda saludos.

-Gracias- dijo Robert-. ¿Nos acompañas, Jack?

-No pienso dejar ir sola a Luna.

Rodeó mi cintura con su brazo y acercó a él.­

-Y yo no pienso dejarte solo.

-¿Puedes cambiar de fase, Vanessa?- preguntó Robert.

Vanessa lo miró fijamente y luego volteó a verme.

-¿Luna, podrías prestarle tu abrigo?

Miré un momento mi largo abrigo gris ADRÉ BADI. Me llegaba debajo de la rodilla así que era suficiente para cubrir a una persona.

-Claro.

Me quité el abrigo y se lo pasé a Robert. Una fría brisa enrolló mi cuerpo y apreté mi mandíbula al sentir que mis dientes iban a castañear. Jack me miró un instante y en medio segundo se quitó su abrigo. Lo colocó cuidadosamente en mi tembloroso cuerpo y metí mis brazos a las magas. No era tan largo como el mío pero igual me quedaba grande. Tenía un olor muy peculiar. Era una rica mezcla de menta y rosas con un toque de manzanilla, la colonia perfecta.

Vanessa tomó mi abrigo cuidadosamente con el hocico y caminó hacia los arboles. Momentos después regresó en su forma humana. Su pelo castaño le llegaba un poco debajo de la oreja. Era lacio y quedaba en punta hacia adelante. Su frente estaba cubierta por un copete perfectamente simétrico. Su piel no era más clara que la mía. Era un poco más alta que yo y su rostro aparentaba fácilmente los dieciocho. Sus ojos eran color miel y tenía unas finas cejas. Sin tanto pelaje se veía con mayor claridad la gran mordida en su pierna izquierda y algunos rasguños que parecían llevar semanas en sus brazos.

-Hola, Luna- me saludó.

Corrí hacia ella y la abracé con fuerza.

-Ya, no te pongas sentimental.

-Hace años que no te veía, me refiero a en tu forma humana.

-Sí, lo sé.

Vanessa podía caminar pero muy lento y debíamos tratar la herida pronto así que Robert la llevó cargando. El camino que tomamos para ir a casa de los Brennan era muy irregular. Había grandes rocas y varios baches. Me caí unas cuantas veces y terminé siendo cargada por Jack.

Al salir del bosque subimos al Beetle de Jack y condujimos hacia el sur. Llegamos a una pequeña casa de ladrillo rojo. La puerta de madera tenía tallada la imagen de un lobo.

En la entrada nos esperaba Julia, la madre de los Brennan. Su pelo negro le llegaba hasta la cintura. Sus ojos eran de un tono oscuro y su piel morena parecía de textura suave. Corrió hacia nosotros y acarició el rostro de Vanessa.

-Hija, ¿estás bien?

-Sí, mamá, estoy bien- la voz de Vanessa se quebró y sus palabras no sonaron sinceras.

Entramos a la pequeña casita.

-Esa cosa es peligrosa, alguien debería hacer algo…

-¿Cómo qué?- la interrumpió Robert, mientras colocaba a su hermana en el sofá- ¿llamar a la Duquesa? Sabes que ella es la única que podría hacer algo y nuestra familia y la de los Zimmermann estarían en peligro.

-Hablemos con Thomas entonces. Digámosle que hable con esa cosa y que le ponga un alto.

-Bien- intervino Jack-, yo hablaré con mi padre.

Julia comenzó a revisar la herida de Vanessa.

-Robert, tráeme las hierbas y los tés que están en la cocina y pon agua a hervir- le ordenó.

Robert nos hizo una seña con la cabeza para que Jack y yo lo acompañáramos. La cocina no era muy grande pero cabíamos los tres. Estaba pintada de un rosa muy pálido y los muebles eran blancos. Había un pequeño refrigerador del que Robert sacó un frasco con algunas hierbas. Luego buscó en la alacena y sacó unos paquetes con distintos tés. Los colocó en la barra que separaba la cocina del comedor y sacó, de un mueble grande que estaba pegado a la pared, una olla. La llenó de agua y la colocó con rapidez en la estufa, mientras con la mano libre tomaba unos cerillos.

Esperamos un rato a que el agua hirviera y después regresamos a la sala. Jack y yo llevamos los paquetes y el frasco mientras Robert se encargaba del agua caliente. No mostró dolor alguno al cargar con las manos descubiertas el caliente recipiente. Los metamorfos tenían la piel tan caliente que parecían siempre tener fiebre, un gran contraste con la de los vampiros, fría como el hielo.

Julia tenía en las manos un gran libro pasta dura. Parecía tener varios años pues estaba tan desgastado que no era posible saber su color. Parecía marrón pero en otra época podría haber sido rojo. Lo abrió y revisó el índice. Cambió con rapidez las páginas hasta que encontró la deseada mientras colocábamos las cosas en la pequeña mesa de la sala. De cerca alcancé a ver que el libro parecía ser un tipo de recetario.

Julia leía rápidamente cada una de las instrucciones e iba agregando las especias que indicaban. Estuvimos en silencio mientras ella trabajaba. Cuando acabó la misteriosa mezcla tomó una taza vacía, la sumergió en la olla y se la pasó a Vanessa. Se acomodó con cuidado de manera que quedó sentada. Tomó un trago lentamente y después la bebió toda, repentinamente sedienta.

-Muero de sed- anunció rompiendo el silencio-. ¿Me podrían traer agua?

-Yo la traigo- dije rápidamente al tiempo que me levantaba. Me sentía inútil en aquel lugar.

Caminé hacia la cocina y busqué en los muebles blancos hasta que encontré vasos. Tomé el primero que vi y me dirigí a la barra, donde había una jarra de agua con hielos. Casi llené el vaso y antes de tomarlo para regresar a la sala noté que había alguien en la cocina.

-Hola, tú debes ser Luna, ¿cierto?- preguntó una voz ronca.

Me giré. El chico que estaba a mi lado era musculoso y alto. Moreno de pelo castaño y ojos oscuros.

-Y tú debes ser Kevin, ¿no?

-Un placer- me tendió la mano y la acepté con una sonrisa-. Me alegra que estés aquí. Sam necesita compañía.

-¿Conoces a mi tío?

-Sí, trabajé unos años en el zoológico antes de- alzó ambas manos en forma de comillas- “irnos”

-¿”Irse”?- pregunté.

-Oh, supongo que no has hablado mucho con Vanessa. Según los humanos estuvimos estudiando un año en el extranjero Alex, Robert y yo. Estuvimos estudiando pero no salimos de Salzburgo. Necesitábamos poder cumplir con nuestro deber sin las molestias de la vida humana pero no salió como esperábamos.

-¿Cumplir con su deber sin molestias humanas?-repetí sin entender del todo.

-Mientras te mantienes en forma de lobo es más fácil custodiar Salzburgo. El problema es que Alex…-se interrumpió a media frase.

-¿Alex…qué?- lo animé.

-Pues… se enamoró, de ti.

-Oh.

-Decidió ir a la fiesta de los Thompson diciendo que venía de visita y te vio en el estacionamiento. Se le ocurrió decir que regresaba y añadió que nosotros también.

Me quedé en silencio mientras digería todo aquello. Jack tenía razón.

-Será mejor que le llevemos el agua a Vane- me sugirió.

Parpadeé dos veces y regresamos a la sala.

Vanessa tomó el agua frenéticamente y pronto Robert se tuvo que parar por más. No presté atención a los pocos comentarios que surgían en la pequeña habitación. Comprendí que Jack hablaba sobre sus hallazgos en internet y la diferencia entre un metamorfo y un licántropo.

Mi celular sonó y desperté de mi inconsciencia. Era Sam.

-¿Hola?

-Hola, Luna, ¿cómo va todo?

-Bien estamos jugando un juego de mesa- me sorprendió lo convincente que sonó mi mentira-. Es “Turista” así que creo que tardaremos un poco.

-Está bien, mándale saludos a Julia de mi parte.

-Claro, adiós.

-Adiós.

Colgué el teléfono.

-Sam te manda saludos, Julia- dije de manera distraída.

-Gracias, Luna… Ay cielos- dijo apenada- ¿tienes hambre?

-No, estoy bien- le mentí pero un sonoro rugido proveniente de mi estomago me delató.

-Prepararé la comida- dijo en tono amable.

-Te ayudo- dijo Vanessa que ya se encontraba de pie. Había recobrado color y su rostro mostraba una dulce inocencia.

-Yo también- me sumé.

Me sirvió preparar la comida porque me ayudaba a no pensar. Lo que menos quería era pensar.

Decidimos preparar espagueti a la boloñesa y ensalada de frutas.

-¿Hay algo para preparar agua de sabor?- pregunté cuando noté que casi acabábamos.

-Hay un árbol de limón en el patio trasero- respondió Julia señalando una puerta en el fondo de la cocina que debía llevar al patio.

Tomé un tazón que estaba al alcance y salí.

El pequeño patio tenía un sencillo invernadero con unos rosales y un árbol de limón en el centro. Me acerqué con cuidado para no caer en las rosas, algo que ya me había pasado, y comencé a tomar limones. No había muchos y la mayoría no estaba madura aún. Tomé los que parecían comestibles y estaban a mi alcance pero me distraje al contemplar uno en particular. Era de un verde brillante y del tamaño de una pelota de golf. Sólo tenía un pequeño defecto… estaba en la rama más alta, completamente fuera de mi alcance. Me paré de puntitas y estiré mi brazo lo más que pude pero no era suficiente. Me faltaban sólo unos cuantos centímetros y eso me hacía enojar. Sólo un poco más pensé. Dos cosas frías me sujetaron por ambos lados de la cintura y me alzaron hasta el bello limón. Lo tomé y regresé a mi lugar. Me di la vuelta y Jack me rodeó toda la cintura acercándome a él.

-Gracias- susurré con el rostro cercano al suyo.

-Es un placer.

Coloqué mi perfecto limón en el tazón y lo dejé en el suelo.

-Creí que estabas platicando con Robert y Kevin.

-Es que necesitaba aire- rió.

-¿Necesitabas aire?- repetí.

-Pues… los metamorfos no huelen a rosas.

-Qué extraño, a mi me gusta su aroma silvestre.

-Supongo que ya que originalmente debíamos ser enemigos no soportamos mucho el olor de los otros. Para mi ellos huelen a perro mojado, y para ellos yo huelo a un perfume demasiado concentrado. Después de tanta convivencia, aprendimos a ignorarlo.

-Vaya. Por cierto, ¿sabes que era ese libro que tenía Julia?

-Es un libro de pociones, se lo regalaron unas hechiceras que en una ocasión vinieron de visita.

Entramos de vuelta a la cocina tomados de la mano. Preparé el agua de limón con sumo cuidado y lentamente para concentrarme.  

Comimos esparcidos por la casita. Julia y Vanessa se pusieron en la pequeña mesa del comedor con Robert y Kevin a sus espaldas, en la barra que separaba la cocina del comedor, y Jack y yo nos sentamos en el sofá. Tenía bastante hambre y Jack se dedicó a observar cómo devoraba el espagueti y la ensalada.

Terminé de inmediato, aunque los Brennan se me adelantaron.

Mientras me lavaba las manos en el fregadero de la cocina noté que la muñeca de mi mano derecha, donde normalmente llevaba mi brazalete de dijes, el mismo por el cual Alex casi me había atropellado, estaba vacía.

Salí al patio a buscarla, pues seguramente se me había caído. En cuanto traspasé el marco pisé algo. Miré hacia mi pie y vi los dijes de luna, corazón y estrella. Me agaché, recogí mi brazalete, me lo puse y me levante de nuevo. Al ver hacia el invernadero, noté que no estaba sola y de inmediato reconocí al chico musculoso que se recargaba contra el frágil tronco del árbol de limón.   

 

Hoy habia 4 visitantes (4 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!

No olvides visitar:

"Crónica de un enamorado"
La historia que ya conoces, vista desde los ojos de Alex.
http://cronica-de-un-enamorado.es.tl/

"Luna, te amo"
Conoce los más oscuros secretos de Jack Thompson.
http://luna-te-amo.es.tl/

Y los espacios de la saga Mi chico Vampíro:
http://mi-chico-vampiro.spaces.live.com
http://cronica-de-un-enamorado.spaces.live.com
http://jack--luna-te-amo.spaces.live.com

Y muy pronto:

"Secuestro Vampírico"
Lizzi es una novicia de 12 años que toda su vida vivió en un convento al ser abandonada por sus padres. Richard, un vampiro que vive en la ciudad, decide secuestrarla para que tenga la oportunidad de vivir.
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis