Dudas:

 

No podía sacar a Jack de mi cabeza. Moría por estar con él.

Se había convertido en una costumbre que William me encontrara en el camino a la escuela y me llevara de ida y vuelta.

En la secundaria todo iba normal. Durante el almuerzo me dedicaba a ver por encima del hombro de Jeni la mesa de los Thompson. Principalmente a Jack. Ahora tenía un lugar seguro en la mesa de la cafetería y seis amigos que, al parecer, notaban lo perdida que estaba.

-¿Luna? ¿Sigues aquí?- susurró Yaneth en tono burlón.

- Ah, sí, lo siento- respondí sacudiendo mi cabeza en un intento de aclarar mi mente-, ¿de qué me perdí?

-Les decía a los chicos que el sábado tengo planeado hacer una lunada en el patio- me aclaró Lalo, cuyo terreno, había mencionado, era inmenso.

-¿Vendrás?- preguntó curiosa Jeni.

-M… no estoy segura…

-Anímate a ver la luna, Luna- bromeó Jonathan. Le dediqué una sonrisa sarcástica y exagerada.

-Piénsalo- me animó Laura-, tiendas de campaña, una enorme fogata…

-Malvaviscos.- añadió Fernando, animado por la idea.

-Historias de terror…- dijo Edgar con tono macabro.

-¡Está bien!- grité-. Le preguntaré a mi abuela.

 

Al término de clases me dirigí al estacionamiento. William, Katherin, Jason y Jack platicaban recargados en sus respectivos autos. Me acerqué a ellos.

-Hola, chicos- los saludé.

-Hola, Luna- respondió rápido Jack-. ¿Te importa si hoy yo te llevo a casa?

-Para nada- miré de reojo a Will, que mantenía una postura indiferente y despreocupada.

-¿Quién me llevará a mí a casa?- intervino Katherine-, Aún no tramito mi permiso.

-Yo te llevo con gusto, Kat- le ofreció Will. Kat casi se ruborizó.

-Bueno, vámonos, Luna.

Jack me abrió la puerta del copiloto de su Beetle.

-¿Qué pasa?

-Prometí aclarar tus dudas, ¿recuerdas? Ha pasado ya una semana y no lo he hecho. ¿Cuál es tu primera pregunta?

-Bien, me gustaría saber que historias de vampiros son reales. Por ejemplo, las que dicen que no puedes salir a la luz del sol.

Rió entre dientes.

-Pues, sí y no. Mi piel no se quema al ser expuesta al sol- me aclaró-, pero nos volvemos salvajes, a tal punto que somos capaces de atacar a nuestra propia especie o a nosotros mismos…- hizo un gesto de dolor al pensar en ello-. Siguiente pregunta.

-M… ¿puedes llorar?

-Es difícil que un vampiro llore, casi imposible. En realidad, lo evitamos. La sangre que bebemos sale como lágrimas y quedamos muy debilitados. Siguiente pregunta.

-No sé que preguntarte, Jack. Necesito que tú me digas cosas que consideres importantes.

Empezó a bajar la velocidad, sin decirme nada. Parecía estar mirando algo. Traté de seguir la dirección de su mirada pero sólo veía la carretera, vacía, que se extendía frente a nosotros.

-¿Jack, que te pasa?

Parpadeó dos veces y me miró con tristeza.

-Tuve una visión, hace tres años que no tenía una.

-¿Que viste?

-Éste sábado habrá luna llena.

-Sí. Lalo nos invitó a mis amigos y a mí a una lunada… ¿tiene algo malo?- pregunté angustiada al ver su expresión de tortura.

-Te lo explicaré el sábado, no es algo nada fácil de decir.

-Pero el sábado voy a ir a la lunada, creo.

-Pasaré por ti para llevarte a tu casa, si así lo deseas.

-Claro- respondí apresuradamente-. Lo deseo.

Siguió conduciendo lento, en comparación como solía conducir, hasta llegar a casa. Se estacionó frente a ésta y me tomó la mano.

-Llevamos una semana como novios, Luna, ¿cuándo me presentarás con Sam?

Tragué saliva. Mi padre no me había dejado tener novio, y me preocupaba que Sam pensara igual que él.

-No lo sé… no sé cómo lo tomará Sam, mi padre era algo estricto en eso…

-Nunca me has hablado de tus padres- me interrumpió-. Siempre que intento que me cuentes evades el tema.

Respiré hondo.

-Mis padres… murieron en noviembre del año pasado. Es la razón por la que mi abuela y yo vinimos a vivir con Sam. Mi abuela ya no puede trabajar. Cuando cumpla quince conseguiré un trabajo, para ayudarlos a ambos…

-Vuelves a evadir el tema- me interrumpió de nuevo-. ¿Qué pasó con tus padres?

Suspiré. Me había descubierto.

-Celebraban su aniversario, en España. Mi madre me envió un correo, avisándome que me extrañaban mucho y que tomarían un vuelo una semana antes de lo planeado. Querían volverme a ver…- las lágrimas brotaron de mis ojos inevitablemente. Jack acarició mi mejilla- El avión tuvo fallas mecánicas, explotó y cayó al mar. Buscaron los cuerpos de mis padres pero, suponen, se hicieron cenizas.

Jack me abrazó fuerte. Me besó la cabeza mientras yo llenaba su camisa negra de lágrimas.

-Ella siempre quería que, al morir, yo llevara sus cenizas al mar.

-Luna…

-En realidad no eran mis padres- continué-. Yo era adoptada, me encontraron, recién nacida, en la puerta de su casa. Me decían que esa noche la luna era llena, la más grande que habían visto, y decidieron ponerme Luna…- se me quebró la voz.

-Tranquila, amor. Llora cuanto quieras, no te dejaré. Lo prometo.

-Te quiero.

-Te adoro, Luna, te necesito bien, feliz, necesito que lo seas.

-¿Te importa si espero unos días más para presentarte? No es la mejor idea si estoy llorando.

-De acuerdo. Pero no lo olvides.

Bajé del auto secándome las lágrimas. Él  me detuvo de con su fría mano.

-¿Tienes prisa?

-No, en realidad manejas muy rápido.

-Podemos hablar otro rato, si así lo deseas…

-Claro- lo interrumpí.

Sonrió ante mi obvia afición a él.

-Siguiente pregunta.

-Pues…- dudé un momento, no estaba segura de que fuera prudente peguntarlo-, ¿cómo…? ¿Quién te transformó?

-Thomas me encontró en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial. Mi padre dejó a mi madre cuando se embarazó- hizo un gesto de dolor-, y mi madre fue asesinada por militares alemanes. Estaba solo.

-¿Cómo te encontró Thomas?

-Me mandaron a proteger a las familias pobres de Estados Unidos. Thomas era el primero al mando en esa tarea.

“Protegíamos a unos niños cuando cayó una bomba muy cerca de nosotros. Los niños murieron al instante y yo estaba muy herido. La cabeza me palpitaba y apenas oía susurros de Thomas.

“-Tienes que confiar en mí- me dijo-. Pronto no sentirás nada.

“Me alzó en brazos y corrió a toda velocidad hasta una casa abandonada. Me colocó en el suelo, lentamente y se puso de rodillas a mi lado. Acercó su rostro hasta mi cuello y… lo mordió. Lo único que recuerdo es que dolía mucho. Un veneno caliente corría por mis venas, hasta mi corazón. Luego fue sustituido por un frío inmenso.

Me miró fijamente y contempló mi rostro.

-No llores, linda, no tengas miedo.

Toqué mis mejillas, estaban húmedas. Me sequé las lágrimas con la chamarra e, instintivamente, lo abracé.

Me estrechó fuerte y besó mi cabeza. Alzó mi rostro, empapado en lágrimas, y besó mi frente, agachó más su rostro y besó mi nariz. Se agachó aún más y se fue acercando más y más a mis labios… En ese instante, justo antes del siguiente beso, empezó a llover.

-Será mejor que entres, o te resfriaras- dijo con el rosto aún cerca del mío.

-¿Crees que me podrías recoger el sábado para ir con las chicas? No me gusta la idea de que Sam…

-Con gusto- me interrumpió-. Vendré temprano.

Besó mi mejilla y caminó hacia su auto. Entré a la casa y miré por la ventana el Beetle plateado alejarse.

-Hola, Luna- la voz de Sam sonó a mis espaldas. Di un salto.

-Hola, tío. Me asustaste.

-Sí, ya veo.

 

Aquella noche no pude dormir, ni un poco.