Mi chico Vampíro - Nieve (cap.1)


                        

                           

Nieve:

 

No estaba segura de que iba a suceder, yo jamás me había mudado, no del país.

Siempre había preferido el frío al calor, pero dejar México para ir a Austria, un país cercano a Alemania, sería un gran reto.

Había pasado allá sólo una navidad y la verdad es que no entendía ni un poco de alemán. La escuela a la que entraría era intercultural, había chicos y chicas de habla alemana, española e inglesa, tal vez encontraría alguien que hablara español y estuviera dispuesto a ser mi amigo. Vaya reto.

Mi nuevo hogar sería Salzburgo. Su clima era generalmente frío y los días nublados. Llegaríamos durante el invierno y no tenía ropa para andar en la nieve... nieve, era lo único que me impulsaba a preparar rápidamente mi maleta. La semana pasada había comprado con mis ahorros una laptop Gateway, con webcam, para poder comunicarme con los dos únicos amigos que había hecho en mi antigua escuela. La guardé en la maleta de mano. En el fondo de la maleta coloqué la ropa menos abrigadora, después, coloqué mi ropa de invierno y un álbum de fotos. Saqué la primera foto con sumo cuidado y contemplé los rostros de mis padres…

-Luna, ya nos vamos.- gritó mi abuela desde el primer piso.

-Ya voy- guardé la foto en mi cartera y cerré mi maleta- ¿Has visto mi celular?

-Está en la mesa del comedor- dijo algo desesperada- ya nos tenemos que ir.

Tomé mi bolso y metí la cámara digital que me había comprado mi abuela el cumpleaños pasado. Bajé las escaleras lo más rápido que pude intentando no caer, cosa que pasaba a menudo, tomé mi celular y me dirigí directo a la entrada donde, impaciente, ella me esperaba.

 

Llegamos temprano al aeropuerto. Mi abuela decidió ir por algo de comer a un pequeño restaurante de comida china. Aproveché el momento para revisar mi correo en la laptop. Llevaba un buen tiempo sin entrar a mi cuenta, así que tenia setenta y ocho correos. Me llamó la atención una postal electrónica que había llegado el día de mi cumpleaños número trece. La había enviado mi madre. Ella solía entrar a páginas de internet y marcar postales para que llegaran el día de mi cumpleaños. Cada año yo recibía una.

En cuanto mi abuela regresó, me apresuré a secarme las lágrimas.

El viaje fue tranquilo y silencioso, gracias a que mi abuela se quedó dormida en la primera media hora de vuelo.

Al llegar al aeropuerto nos esperaba mi tío Sam con su Chevrolet Aveo negro.

Condujimos hasta la carretera y paramos en una pequeña colonia junto a un gran bosque, que debía ser el más pequeño, en comparación, de Salzburgo.

La casa estaba idéntica a cómo la recordaba de la navidad de hace tres años. Al entrar por la puerta principal se llegaba directo a la sala de muebles color amarillo claro en la que se exhibía una rustica chimenea. La cocina comedor era amplia con sillas de madera sencillas.

-Bueno, bienvenidas- dijo Sam-. Mamá, tu cuarto es el segundo a la derecha.

-Gracias Sam.

-He estado remodelando la bodega que está al fondo del patio, Luna, ahora es más cómoda y tienes un baño con regadera.

-Gracias tío, espero no te haya quitado mucho tiempo.- dije algo avergonzada.

-No te preocupes, estoy de vacaciones hasta año nuevo.

-¿Cómo te ha ido en el zoológico?- preguntó mi abuela

-Bien, me ascendieron a supervisor del área de felinos, ahora me pagan mucho mejor.

-Que bueno tío. Si no les importa, me iré a dar una ducha.

 

Después de ducharme empecé a leer el folleto de la secundaria/preparatoria “Intercityzug” –internacional- a la cual debía entrar al término de vacaciones de invierno. Me interesó lo cerca que estaba de la colonia, no se debían hacer más de treinta minutos caminando.

 

Salí un momento para tomar aire y jugar un poco con la nieve del patio.

De repente un sonido que provenía del imponente bosque que se hallaba al cruce de la carretera me distrajo de la construcción de mi muñeco de nieve. Era un aullido. Mi animal favorito se encontraba tan cerca de mí a pesar de no estar en el zoológico de Sam.

Era la oportunidad perfecta, la primera foto de Austria, para lo cual llevaba mi cámara.

Salté la baja valla y crucé la carretera. Quería fotografiar a un lobo en su ambiente natural y dudaba tener otras oportunidades.  

Me interné en el bosque sin rumbo fijo. Esperaba regresar antes de que se dieran cuenta de que no estaba y mandaran a todo un equipo de rescate por mí.

Estaba a punto de dar media vuelta y regresar a casa cuando lo vi. Su pelaje era gris y una línea negra avanzaba de la punta del hocico hasta la punta de la cola. Era hermoso y enorme, el más grande que jamás había visto. Mínimo, me llegaba hasta el hombro.

Me acerqué lentamente pero mi pie se atoró con la raíz levantada de un árbol. Caí al suelo frío cubierto de nieve. Supuse que el lobo se habría marchado así que me levante resignada. Alcé la vista y me sorprendí al ver al mismo lobo, quieto, observándome. Di un paso atrás, me agaché y tome mi cámara cuidadosamente. Le tomé una foto y me di cuenta de que no había quitado el flash. Entonces un ruido fuerte y hostil rompió el silencio, un rugido proveniente del imponente animal que tenía enfrente. Se acercó a mí con los ojos llenos de ira. Retrocedí aún más pero él siguió avanzando. Me petrifiqué. El pánico me invadió y no pude moverme más. Y entonces algo me empujó. Por un momento creí que el lobo había atacado pero alcancé a reconocer un chico enfrente de mí, cara a cara con la fiera.

Otro rugido estalló entre todo aquello pero esta vez no provenía del lobo sino del chico.

Entonces fui perdiendo el conocimiento, aunque alcancé a visualizar al lobo huyendo, casi chillando.

Algo frío, más que la nieve, me acarició el rostro e, inevitablemente, me desperté de un salto.

-¿Estás bien?- me preguntó una voz increíblemente… perfecta.

-Sí, eso creo… Luna, me llamó Luna- su dulce y hermoso rostro me había embobado.

-Jack, me llamó Jack- dijo con un evidente tono de burla.

-Tu español… tu acento… ah ¿de dónde eres?- me sentía patética, era patética. 

-De México, y, a juzgar por tu acento, tu también ¿no?

-Ajá, pero… tu piel es muy blanca como para ser de por allá.

-Mi padre era inglés- se quedó un momento observando mi piel cuidadosamente-. ¿Acaso no has visto tu  piel?             

-Cierto. Mi abuela es austriaca…- entonces caí en la cuenta- ¿¿¿Qué hora es???- dije con histeria repentina.

-Las ocho y media, ¿por qué cenicienta?

-Salí hace una hora, ¿habrán notado mi ausencia?- pensé en voz alta.

-¿Quiénes?- preguntó agachándose para ver mi rostro. Su aliento era frío, helado-, ¿tus padres?

-Mi abuela y Sam, mi tío.

-¿Olvidaste mencionar que vendrías a jugar con los lobos?

-No, olvidé mencionar que vendría a fotografiar un lobo.

Empecé a caminar por el camino de mis pisadas. No escuché ni un solo ruido así que imaginé que Jack se habría quedado atrás.

Donde me hallaba se alcanzaba a ver mi casa así que aceleré el paso.

De repente una mano helada me detuvo el brazo. Me giré rápidamente. Él se agachó y me besó la mejilla, que casi se entumece al contacto con sus fríos labios.

-Adiós, Luna- dijo tiernamente-, no te metas en problemas, ¿de acuerdo?

Asentí lentamente intentando separar mis ojos de los suyos, un intento fallido. Eran grandes de color café oscuro y resaltaban ante su tez blanca y su cabello ligeramente rizado color miel, aunque un poco más oscuro. Me sentía hipnotizada, ¿él lo notaría?, ¿lo hacía apropósito?

Se fue rápidamente.

Cuando regresé nadie parecía haber notado que me había ido. Lo cual significaba para mí un gran alivio.

 

No lo volví a ver. Posiblemente mi imaginación había explotado y había creado un ser perfecto para mi propia diversión.

 

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Lizzi es una novicia de 12 años que toda su vida vivió en un convento al ser abandonada por sus padres. Richard, un vampiro que vive en la ciudad, decide secuestrarla para que tenga la oportunidad de vivir.
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